lunes, 30 de agosto de 2010

CRISTÓBAL SERRA, EL REY DE LOS AFORISMOS

En mi periplo por Mallorca tuve la suerte de conocer, leer sus libros de anotaciones y mantener conversiones con en ermitaño mallorquín y cazador de aforismos Cristóbal Serra.Ahora recuerdo con añoranza porque no se encuentra gente asi todos los días. Una frase que me lanzó por teléfono ya que en persona lo vi pocas veces;
Puede ser que haya sido un progre, sí,soñé mundos sin personas que gritan mentiras y negocian dolores.
Delicioso su "Viaje a Cotiledonia".
Gracias, gracias, gracias.
Ahí van algunos de sus aforismos:
Los que no ven más allá no sospechan las formas espirituales.
Los individuos de fino ingenio son los más expuestos a sufrir de melancolía.
¡La Divina Comedia! No es lo más apropiado llamarla así. Más que comedia es melodía.
El libro de Job, drama sacro, teatro a tres voces, me parece tan perfecto como cualquier tragedia de Sófocles o de Eurípides.
Falsa es aquella poesía que no se sustenta en la sustancia de lo presente.
He sido torrente con más sequía que caudal.
La rutina es la ruina del docente, la gangrena del saber.
Seguiré manteniendo, mientras viva, si nueva luz no hiere mis ojos, que el misticismo se aviene con el humor.
El pensamiento a secas es esquizofrénico. Sólo pensar, sin atender la voz del silencio, crea gente partida en dos.
Pecas porque te castiga el propio pecado. ¿Paradoja? No: Verdad.
Jesús hacía pausas en la predicación, a fin de que, en los días calurosos, sus oyentes tomaran un refresco.
La lámpara alumbra mejor desde más cerca.
Para mí, el pecado del comunismo es ser un contraevangelio.
Las aguas del mar tienen mala memoria: no recuerdan los peces que las surcaron.
Toda fama supone contrafama.
Me gusta escribir con lápiz y con látigo.
Siempre fue acre el sudor del pie de la Envidia.
En el estanque de la tradición, croan ranas perezosas.
En los surcos de la conformidad, reposan los pájaros muertos.
Algunos filósofos son de naturaleza indigesta bien probada.
Yo, por mi parte, digiero mejor un huevo frito que Aristóteles.
El cerdo no engorda masticando laurel.
Las frases felices son monedas de cuño indeleble.
La música del rebuzno carece de contrapunto.
Puede que sea una la verdad pero no es una mentira.
El sabio transforma en ignorancia para sí el mucho saber.
Recuérdalo bien: el que se aferra a la fama suele morir infame.
Las oscuridades de los textos revelatorios existen con el fin de que nadie pueda enbriagarse de seguridad.
No esperes que la raposa grite ante el gallinero: "¡Que viene la raposa!"
Métete en hielo y sal candente.
No te empeñes en adquirir al precio que sea. Viaja para empobrecerte, para ser el tonto, al retornar a casa.
Trágate lo que sea, pero atragántate, o haz como que te atragantas, cuando el bocado que te sirven es malo.
Los motivos para rebelarte son muchos, pero son más las razones para apaciguarte. No te castres la imaginación.
El tiempo no da ancianidad a los días pero posee un arte consumado para convertirlo todo en polvo.
Tengo derecho al recogimiento y anhelo sólo el silencio del santuario interior.
No veo por qué no ha de poder ocurrir lo milagroso, lo fuera de lo común.
A la sinrazón de la naturaleza no hay que hacerla entrar en razón.
Siempre fui poco providente, no porque me creyera justo sobre la tierra, sino por miedo a ser demasiado previsor.
Pedir caridad a los surrealistas es pedir peras al olmo.
El profeta galileo fue saeta de las que se clavan y a la que las gentes mezquinas atribuyen un chacoloteo que no cuadra con su suprema naturaleza.
Si en la Luna apareciera de pronto un ventrílocuo, ¿qué íbamos a pensar? Que en la luna había un hombre que tenía dolor de muelas.
El ciego no tiene noción de la oscuridad; tampoco el ignorante la tiene de su ignorancia.
Para no tener que juzgar a los demás, has de negarte a todo trato humano.
Ni ahogar el presente, ni zambullirse en el pasado. Buscar aire nuevo donde se pueda respirar.
Difícil cosa es la pereza, sobre todo la colectiva.
Si gozamos de la literatura, del arte, es porque aceptamos nuestro límites. Si los sobrepasamos, el encanto artístico se disipa.
La afirmación categórica: quintaesencia de banalidad.
Apreciar la grandeza exige ir a reculones.
Quien dispuso este mundo lo decretó así y su decisión es irrevocable.
De lenguas mudas nacieron posiblemente las grandes rebeldías.
La mayor delicadeza puede consistir en hacer uso de un mínimo de delicadeza.

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