Pintura Orientalista
En el siglo XIX el expansionismo de Francia e Inglaterra avanzó por lugares recónditos... Los europeos y su gusto por lo exótico de lejanos países hizo que los salones de familias acomodadas cubriesen sus paredes con cuadros orientalistas de una manera muy muy snob.También arte y turismo florecieron en esos lugares a los que no era fácil llegar, y que fueron rápidamente objeto de visita gracias a los cuadros orientalistas. El Cairo, Jerusalén, Estambul (Constantinopla), Marruecos, Grecia, los Balcanes e incluso España fueron inspiradores para grandes pintores británicos como el prerrafaelista William Holman Hunt. Jean Auguste Dominique Ingres, director de la francesa Académie de peinture realizó una visión muy colorista de un baño turco, hizo que este Oriente erotizado se hiciera públicamente aceptable por su generalización difusa de las formas femeninas, que podrían haber sido todas ellas el mismo modelo. La sensualidad se veía aceptable en el exótico Oriente. Este estilo tuvo su momento álgido en las Exposiciones universales de París de 1855 y 1867. Esta imaginería orientalista persistió en el arte hasta principios del siglo XX, como evidencian los desnudos orientalistas de Matisse. En estas obras, el «Oriente» a menudo funciona como un espejo de la propia cultura occidental, o como una forma de expresar sus aspectos ocultos o ilícitos. En la novela de Gustave Flaubert Salammbô la antigua Cartago, en el Norte de África, se una como un opuesto a la antigua Roma. También hubo pintores español como Mariano Fortuny (1838, Reus–1874, Roma) que el orientalismo lo llevaron al lienzo con una maestría sin igual. La evolución que aporta Fortuny a la pintura española del momento se puede resumir en dos apartados: Uno técnico, al lograr un virtuosismo en el que no faltaba la pincelada chispeante, el colorido brillante y una luz deslumbrante. Elementos todos ellos que aparecen en su pintura durante su estancia en Marruecos como corresponsal gráfico en la Guerra que enfrenta a España y aquel país a partir de 1860. La necesidad de realizar apuntes rápidos otorga cierta libertad a su pincel, así como la luz y el color del lugar enriquecen enormemente su paleta. Así queda claro por ejemplo en obras como La batalla de Wad-Ras; o La batalla de Tetuán. La otra aportación podríamos considerarla temática. Porque surge entonces una reacción a la pintura grandilocuente, de gusto Neoclásico e histórico. Este será el camino realista que emprenda la pintura española del S. XIX de la mano de Fortuny, algunos lo llaman realismo delicado, se relaciona asimismo con las corrientes orientalistas, en boga en esas fechas, aunque también podría llamarse costumbrista, puesto que los temas no están exentos de un casticismo popular, a veces por cierto muy Goyesco, consecuencia a su vez del enorme impacto que ejerció este pintor sobre Fortuny.
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